Con un cuento…

Con un cuento se despierta el asombro, se esboza una sonrisa, se derrama una lágrima… con un cuento se cambia el mundo, el tuyo, el mío, el nuestro… con un cuento…

El Amor de Dios es débil


Desde hace unos días me resuena en la cabeza una expresión de Amedeo Cencini. Él dice que el amor de Dios es débil.

Rápidamente, saltaron todos los resortes intelectuales y teológicos (si es que hay algo de eso) para responder-me que no estaba bien lo que este buen señor argumentaba. Es que pensamos que Dios lo puede todo. Todopoderoso, sabio eterno, omnipotente, ser supremo, son algunos de los modos de referirnos a Dios. Más cuando necesitamos que el Señor nos proteja o defienda de algún mal. Y si pedimos algún milagro, no nos vale un Dios que tiene un amor débil.
Si esto último es verdad, entonces (permítanme abandonarme en la imaginación) los que se sienten abandonados por Él, porque sufren desgracias, no reciben lo que piden incesantemente, o creen que Dios jamás los perdonará, comprenderían que la razón de todos sus males es el amor débil del Altísimo. Esto no nos sirve.
Pero claro, el amor débil del Creador es el mejor y más auténtico de todos. Es que un amor de este tipo nunca impone, no avasalla, no ahoga a nadie, nunca es violento, jamás abandona, no es capaz de traicionar, evita toda discusión, no mata, no roba, termina siempre diciendo la verdad, no hace daño. Su misma debilidad intrínseca hace que actúe de ese modo.
Este amor verdadero es el que, por otro lado, busca darlo todo y respeta nuestra libertad de un modo absoluto. Siempre está dispuesto a acoger y cuidar y perdonar. Creo que valdría decir que Dios, y su amor, tiene una debilidad infinita por nosotros. Ya vemos que morir en una cruz, para algunos, es signo de debilidad, cuando es la fuerza de Dios que da una vida nueva.
No sé hasta donde podamos imitarlo, pero cuanto más débil sea nuestro amor, a la manera de Dios, mejor será nuestra vida compartida con los que nos ha tocado hacer este viaje viviente.

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